Me encanta el artículo. Estoy totalmente de acuerdo con el señor Santos Guerra. Para mí, principalmente, como madre, creo firmemente en que el ejemplo es la mejor estrategia de educación. Nuestros hijos no merecen hipocresía, más bien, todo lo contrario: necesitan de nosotros, coherencia. Nosotros somos su espejo, y debemos aprender a analizar nuestros actos y los límites que imponemos. Si no hay correspondencia entre lo que hacemos y lo que decimos, difícilmente nos entenderán. Y, su educación, no será adecuada ni apropiada. Igualmente, Ganghi, como otros muchos grandes personajes estaba en lo cierto. No se puede aconsejar si uno mismo no es fiel al consejo en cuestión. Y, por otro lado, sin duda, que tanto la sociedad, la familia y el profesorado deben dar ejemplo en cuanto a la coherencia entre aquello que se dice y aquello que se hace. Sin embargo, no podemos excusarnos de nuestro deber educativo poniendo excusas en agentes o instituciones externas a la familia. Para poder exigir responsabilidades fuera, primero debemos cumplir con nuestra responsabilidad como padres. Y, en última instancia, cuando aprendamos a educar a nuestros hijos con el esfuerzo, entrega, coherencia y constancia (con el ejemplo al que se hace mención en el artículo), podremos dar un paso más allá. Mari Trini.
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Me encanta el artículo. Estoy totalmente de acuerdo con el señor Santos Guerra. Para mí, principalmente, como madre, creo firmemente en que el ejemplo es la mejor estrategia de educación. Nuestros hijos no merecen hipocresía, más bien, todo lo contrario: necesitan de nosotros, coherencia. Nosotros somos su espejo, y debemos aprender a analizar nuestros actos y los límites que imponemos. Si no hay correspondencia entre lo que hacemos y lo que decimos, difícilmente nos entenderán. Y, su educación, no será adecuada ni apropiada.
Igualmente, Ganghi, como otros muchos grandes personajes estaba en lo cierto. No se puede aconsejar si uno mismo no es fiel al consejo en cuestión. Y, por otro lado, sin duda, que tanto la sociedad, la familia y el profesorado deben dar ejemplo en cuanto a la coherencia entre aquello que se dice y aquello que se hace. Sin embargo, no podemos excusarnos de nuestro deber educativo poniendo excusas en agentes o instituciones externas a la familia. Para poder exigir responsabilidades fuera, primero debemos cumplir con nuestra responsabilidad como padres. Y, en última instancia, cuando aprendamos a educar a nuestros hijos con el esfuerzo, entrega, coherencia y constancia (con el ejemplo al que se hace mención en el artículo), podremos dar un paso más allá.
Mari Trini.
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