jueves, 21 de mayo de 2009

El soldadito de plomo


Aquí dejo otro audiocuento; esta vez se trata de "El soldadito de plomo" de Christian Andersen. Ya sabes, dale a Play y escucha a la vez que lees.
¡Ah!. Al final lo tienes también en una presentación. ¿Que disfrutes?


El soldadito de plomo de Hans Christian Andersen

Había una vez un juguetero que fabricó un ejército de soldaditos de plomo, muy derechos y elegantes. Cada uno llevaba un fusil al hombro, una chaqueta roja, pantalones azules y un sombrero negro alto con una insignia dorada al frente. Al juguetero no le alcanzó el plomo para el último soldadito y lo tuvo que dejar sin una pierna.

Pronto, los soldaditos se encontraban en la vitrina de una tienda de juguetes. Un señor los compró para regalárselos a su hijo de cumpleaños. Cuando el niño abrió la caja, en presencia de sus hermanos, el soldadito sin pierna le llamó mucho la atención.

El soldadito se encontró de pronto frente a un castillo de cartón con cisnes flotando a su alrededor en un lago de espejos.

Frente a la entrada había una preciosa bailarina de papel. Llevaba una falda rosada de tul y una banda azul sobre la que brillaba una lentejuela. La bailarina tenía los brazos alzados y una pierna levantada hacia atrás, de tal manera que no se le alcanzaba a ver. ¡Era muy hermosa!

Es la chica para mí,” pensó el soldadito de plomo, convencido de que a la bailarina le faltaba una pierna como a él. Esa noche, cuando ya todos en la casa se habían ido a dormir, los juguetes comenzaron a divertirse. El cascanueces hacía piruetas mientras que los demás juguetes bailaban y corrían por todas partes.

Los únicos juguetes que no se movían eran el soldadito de plomo y la hermosa bailarina de papel. Inmóviles, se miraban el uno al otro. De repente, dieron las doce de la noche. La tapa de la caja de sorpresas se abrió y de ella saltó un duende con expresión malvada.

-¿Tú, qué miras, soldado? -gritó. El soldadito siguió con la mirada fija al frente.

-Está bien. Ya verás lo que te pasará mañana -anunció el duende. 4

A la mañana siguiente, el niño jugó un rato con su soldadito de plomo y luego lo puso en el borde de la ventana, que estaba abierta. A lo mejor fue el viento, o quizás fue el duende malo, lo cierto es que el soldadito de plomo se cayó a la calle.

El niño corrió hacia la ventana, pero desde el tercer piso no se alcanzaba a ver nada.

-¿Puedo bajar a buscar a mi soldadito? -preguntó el niño a la criada. Pero ella se negó, pues estaba lloviendo muy fuerte para que el niño saliera. La criada cerró la ventana y el niño tuvo que resignarse a perder su juguete. 

Afuera, unos niños de la calle jugaban bajo la lluvia. Fueron ellos quienes encontraron al soldadito de plomo cabeza abajo, con el fusil clavado entre dos adoquines.

-¡Hagámosle un barco de papel! -gritó uno de los chicos. Llovía tan fuerte que se había formado un pequeño río por los bordes de las calles. Los chicos hicieron un barco con un viejo periódico, metieron al soldadito allí y lo pusieron a navegar. 

El soldadito permanecía erguido mientras el barquito de papel se dejaba llevar por la corriente. Pronto se metió en una alcantarilla y por allí siguió navegando.

¿A dónde iré a parar? pensó el soldadito. El culpable de esto es el duende malo. Claro que no me importaría si estuviera conmigo la hermosa bailarina.

En ese momento, apareció una rata enorme.

-¡Alto ahí! -gritó con voz chillona- Págame el peaje.  

Pero el soldadito de plomo no podía hacer nada para detenerse. El barco de papel siguió navegando por la alcantarilla hasta que llegó al canal. Pero, ya estaba tan mojado que no pudo seguir a flote y empezó a naufragar. Por fin, el papel se deshizo completamente y el erguido soldadito de plomo se hundió en el agua. Justo antes de llegar al fondo, un pez gordo se lo tragó.

-¡Qué oscuro está aquí dentro! -dijo el soldadito de plomo-. ¡Mucho más oscuro que en la caja de juguetes! 

El pez, con el soldadito en el estómago, nadó por todo el canal hasta llegar al mar. El soldadito de plomo extrañaba la habitación de los niños, los juguetes, el castillo de cartón y extrañaba sobre todo a la hermosa bailarina.

-Creo que no los volveré a ver nunca más -suspiró con tristeza. El soldadito de plomo no tenía la menor idea de dónde se hallaba. Sin embargo, la suerte quiso que unos pescadores pasaran por allí y atraparan al pez con su red. 

El barco de pesca regresó a la ciudad con su cargamento. Al poco tiempo, el pescado fresco ya estaba en el mercado; justo donde hacía las compras la criada de la casa del niño. Después de mirar la selección de pescados, se decidió por el más grande: el que tenía al soldadito de plomo adentro.

La criada regresó a la casa y le entregó el pescado a la cocinera.

-¡Qué buen pescado! -exclamó la cocinera. 

Enseguida, tomó un cuchillo y se dispuso a preparar el pescado para meterlo al horno.

-Aquí hay algo duro -murmuró. Luego, llena de sorpresa, sacó al soldado de plomo.

La criada lo reconoció de inmediato.

-¡Es el soldadito que se le cayó al niño por la ventana! -exclamó. 

El niño se puso muy feliz cuando supo que su soldadito de plomo había aparecido. El soldadito, por su parte, estaba un poco aturdido. Había pasado tanto tiempo en la oscuridad. Finalmente, se dio cuenta de que estaba de nuevo en casa. En la mesa vio los mismos juguetes de siempre, y también el castillo con el lago de espejos. Al frente estaba la bailarina, apoyada en una pierna. Habría llorado de la emoción si hubiera tenido lágrimas, pero se limitó a mirarla. Ella lo miraba también.

De repente, el hermano del niño agarró al soldadito de plomo diciendo:

-Este soldado no sirve para nada. Sólo tiene una pierna. Además, apesta a pescado. 

Todos vieron aterrados cómo el muchacho arrojaba al soldadito de plomo al fuego de la chimenea. El soldadito cayó de pie en medio de las llamas. Los colores de su uniforme desvanecían a medida que se derretía. De pronto, una ráfaga de viento arrancó a la bailarina de la entrada del castillo y la llevó como a un ave de papel hasta el fuego, junto al soldadito de plomo. Una llamarada la consumió en un segundo.

A la mañana siguiente, la criada fue a limpiar la chimenea. En medio de las cenizas encontró un pedazo de plomo en forma de corazón. Al lado, negra como el carbón, estaba la lentejuela de la bailarina. 

 

lunes, 18 de mayo de 2009

Pinocho

Aquí os dejo un Audiocuento de Pinocho.
Le das a Play y lo escuchas mientras lo lees, ¿vale?
Que te diviertas.


Hace mucho tiempo un carpintero llamado Gepeto, como se sentía muy solo, cogió de su taller un trozo de madera y construyó un muñeco llamado Pincho.

-¡Qué bien me ha quedado! -exclamó-. Lástima que no tenga vida. Cómo me gustaría que mi Pinocho fuese un niño de verdad.

Tanto lo deseaba que un hada fue hasta allí y con su varita dio recursos al muñeco.

-¡Hola, padre! -saludó Pinocho.

-¡Eh! ¿Quién habla? -gritó Gepeto mirando a todas partes.

-Soy yo, Pinocho. ¿Es que ya no me conoces?

-¡Parece que estoy soñando! ¡Por fin tengo un hijo!

Gepeto pensó que aunque su hijo era de madera, tenía que ir al colegio. Pero no tenía dinero, así que decidió vender su abrigo para comprar los libros.

Salió Pinocho con los libros en la mano para ir al colegio y pensaba:

-Ya sé, estudiaré mucho para tener un buen trabajo y ganar dinero, y con ese dinero compraré un buen abrigo a Gepeto.

De camino pasó por la plaza del pueblo y oyó:

-¡Entren señores y señoras! ¡Vean nuestro teatro de títeres!

Era un teatro de muñecos como él y se puso tan contento que bailó con ellos. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que no tenían vida y bailaban movidos por unos hilos que llevaban atados a las manos y los pies.

-¡Bravo, bravo! -gritaba la gente al ver a Pinocho bailar sin hilos.

-¿Quieres formar parte de nuestro teatro? -le dijo el dueño del teatro al acabar la función.

-No, porque tengo que ir al colegio.

-Pues entonces, toma esta monedas por lo bien que has bailado -le dijo un señor.

Pinocho siguió muy contento hacia el cole [el colegio] cuando de pronto:

-¡Vaya, vaya! ¿Dónde vas tan de prisa, jovencito? -dijo un gato muy mentiroso que se encontró en el camino.

-Voy a comprar un abrigo a mi padre con este dinero.

Oye, vamos! -exclamó el zorro que iba con el gato-. Eso es poco dinero para un buen abrigo. ¿No te gustaría tener más?

-Sí, pero, ¿cómo? -contestó Pinocho.

-Es fácil -dijo el gato-. Si entierras tus monedas en el Campo de los Milagros crecerá una planta que te dará dinero.

-Y ¿dónde está ese campo?

-Nosotros te llevaremos -dijo el zorro.

Así, con mentiras, los bandidos llevaron a Pinocho a un lugar lejos de la ciudad, le robaron las monedas y le ataron a un árbol. Gritó y gritó pero nadie le oyó, tan sólo el Hada Azul.

-¿Dónde perdiste las monedas?

-Al cruzar el río -dijo Pinocho mientras le crecía la nariz.

Se dio cuenta de que había mentido y al ver su nariz se puso a llorar.

-Esta vez tu nariz volverá a ser como antes, pero te crecerá si vuelves a mentir -dijo el Hada Azul.

Así Pinocho se fue a la ciudad y se encontró con unos niños que reían y saltaban muy contentos.

-¿Qué es lo que pasa? -preguntó.

-Nos vamos de viaje a la Isla de la Diversión, donde todos los días son fiesta y no hay colegios ni profesores. ¿Te quieres venir?

-¡Venga, vamos!

Entonces, apareció el Hada Azul.

-¿No me prometiste ir al colegio? -preguntó.

- -mintió Pinocho-, ya he estado allí.

Y, de repente, empezaron a crecerle unas orejas de burro. Pinocho se dio cuenta de que le habían crecido por mentir y se arrepintió de verdad. Se fue al colegio y luego a casa, pero Gepeto había ido a buscarle a la playa con tan mala suerte que, al meterse en el agua, se lo había tragado una ballena.

-Iré a salvarle! -exclamó Pinocho.

Se fue a la playa y esperó a que se lo tragara la ballena. Dentro vio a Gepeto que le abrazó muy fuerte.

-Tendremos que salir de aquí, así que encenderemos un fuego para que la ballena abra la boca.

Así lo hicieron y salieron nadando muy de prisa hacia la orilla. El papá del muñeco no paraba de abrazarle. De repente apareció el Hada Azul que convirtió el sueño de Gepeto en realidad, ya que tocó a Pinocho y lo convirtió en un niño de verdad.

domingo, 10 de mayo de 2009

El Vuelo del moscardón- Clásicos divertidos

Quiero con esta entrada comenzar una serie dedicada a la música clásica... pero aquella que yo llamo Clásicos divertidos.
Vereis... hace unos 20 años, cuando trabajaba en San Fernando, desarrollé un proyecto en mi cole llamado "Clásicos Divertidos en la escuela", consistente en llevar a las clases una audición de fragmentos muy conocidos de música clásica con una pequeña explicación de su autor y un comentario de la obra. Cada mes y después de unas 10 ó 12 audiciones hacia un concurso y daba unos premios a los chicos. El proyecto tuvo bastante éxito entre los chavales y todas las semanas estaban esperando al maestro del los clásicos divertidos a que fuera a su clase e, interrumpiendo las mates o el cono, les amenizara con unas historias de señores antiguos y unos minutos de música.
Aquello duró unos años en San Fernando. Después, cuando recalé en Nueva Carteya, probé a hacerlo con mis nuevos alumnos y también supieron apreciarlo (recuerdo que participamos algunas veces en el programa de radio "Clasicos populares", ¿recuerdan?).
Trasteando días atras en mi ordenador apareció perdida en el fondo del disco duro una carpeta con el nombre del añorado proyecto, y con todas las fichas y audiciones, y me dije... ¿por qué no probar en el blog?
Aprovechando ahora Internet quiero hacerles llegar esas audiciones de pequeñeños fragmentos de obras clásicas muy conocidas con comentarios sobre su autor y la obra en un lenguaje para niños.
Espero que les guste.
Para empezar he escogido un fragmento de la ópera "El gran Saltán" de Rimsky Korsakov.
Antes de seguir pulsa el play aquí abajo y vas oyendo el fragmento mientras te explico ¿vale?



El autor: Nicolay Rimsky Korsakov.

Nacido en Marzo de 1.844 en Tijvin (Rusia), este músico ruso se considera uno de los principales sinfonistas rusos, aunque no fue autor más que de dos sinfonías. Fue marino y como tal viajó por medio mundo y recogió en su música las más hermosas secuencias de los paises que visitaba. Los sectores de la música zarista reconocieron pronto sus grandes méritos como músico y le nombraron inspector de bandas musicales.

Entre sus grandes obras destacan: “Scheherezade”, “La gran pascua rusa”, “Capricho español” y otras obras como un “Concierto para piano y orquesta”.

Después de una vida realmente tranquila falleció en 1.908 en la ciudad de Novgorod, cerca de San Petersburgo.

Su Obra: El vuelo del moscardón:

Pertenece a la ópera “El gran Saltán y es uno de los fragmentos virtuosísticos que lo mismo es interpretado por violinistas, pianistas, flautistas, etc. En la ópera aparece en el tercer acto, cuando el hada convierte a Guidón en un moscardón. Se trata de una melodía nerviosa a modo de un movimiento perpétuo que pretende describir el rápido vuelo del moscardón. En esta grabación la orquesta está acompañada por balaláicas y acordeones.




Bueno, ahora que has oído este fragmento por orquesta te invito a ver y oir esta interpretación del vuelo por una jovencísima pianista de la que no he logrado averiguar su nombre pero que es una maravilla.